sábado, 7 de diciembre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #8

Un día de Noviembre.
Una habitación, Dios sabe donde.



Abrí los ojos poco a poco, los rayos de luz se filtraban desde un ventanal hasta mi vista deslumbrándola. 
Enseguida me di cuenta de lo mucho que me dolía todo el cuerpo.
Giré la cabeza hacia la derecha, después hacia la izquierda. Lo único que lograba ver eran siluetas levemente difuminadas.
Un grito me sobresaltó, recordándome lo mucho que me dolía la cabeza.
- ¿Papá? ¡Gracias a Dios papá estás vivo! ¿Como te encuentras? -Las palabras sonaban mas bien como ecos molestos en mi cráneo.
- ¿Eh? -Logré decir a duras penas. La vista se me aclaró un poco más y pude distinguir a mi hija sentada en un sillón, justo al lado de la cama donde yo yacía.
Antes de darme cuenta ella salió corriendo fuera de la habitación y dos o tres minutos después entró un desconocido envuelto en una bata blanca. Intuí que podría ser el médico. Seguido de él entró Raul, con un aspecto preocupante. Estaba pálido, tenía ojeras y sus manos se asemejaban a dos bolas hinchadas y rojas. ¿Qué habría estado haciendo? Era imposible adivinarlo.
Tras varias preguntas sobre mi estado el doctor se retiró, y me quedé a solas con Mayka y mi nieto. Cosa que ella se dedicó unos cuarenta y cinco minutos a regañarme sobre mi comportamiento inmaduro y mi falta de preocupación por mi mismo y bla bla bla.
Cuando se sintió suficientemente satisfecha del discurso se retiró, alegando que tenía miles de cosas que hacer.
Raul se quedó.
Nos miramos a los ojos, intentando leer en alguna de las miradas algún hecho con el que pudiéramos empezar una conversación mínimamente normal.
- ¿Qué te pasa? -Dije yo, sorprendido de a los 83 años seguir diciendo las cosas sin pensar.
- ¿A mi?
- ¿Ves a alguien más en esta habitación acaso?
- Veo que tu mala leche sigue ahí, buena señal.
- Seguro que sí. Ahora, contesta a mi pregunta.
- No me pasa nada.
- Tengo sesenta y nueve años más que tú y sigues pensando que me mamo el dedo, chico.
- Yo no he..
- Calla, y cuéntale a este yayo que te pasa anda..
- Bueno, empezando por que el novio de mi madre la maltrata y casi estiras la pata, y acabando por que he discutido con mi novia, uno está como esta. Jodido.
- Ya veo... Pero quiero que sepas que me queda para rato por aquí, y que no permitiré que tu madre vuelva con ese tío. Si algo he aprendido bien, es a berrear. Y por lo de la muchacha esa, no te preocupes, que con los encantos que tienes ya genéricamente, no será difícil solucionarlo, eh.
- Gracias, abuelo.
- De nada chaval, ahora: sal de este antro y ve a buscarme comida de verdad, que la bazofia que me han traído de almuerzo sabe a vomito.
- A sus ordenes.


sábado, 2 de noviembre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #7



Ese mismo día a eso de las 8.
Perdido por Barcelona.



Caminé y caminé. Sin saber realmente a donde quería llegar. El solo pensamiento de que mi hija vuelva con él, me enfermaba. El deja vu de cuando la madre de mi Yara volvió con Pedro me invadio y me susurra que iba a volver a pasar.
No, no...¡No! Me gritaba a mi mismo.
Las lágrimas comenzaban a escocer en mis ojos y ya no sabía si seguir caminando o sentarme a pensar un rato. Me acerqué a un bar que estaba cerca y pedí un baso de agua, por que no llevaba nada encima. Cuando acabé me dirigí al pequeño parque que se encontraba a una calle y me senté en un banco.
Yo quería desaparecer. Sólo desaparecer. Cerré los ojos y la imagen de la piel desnuda de mi Yara me invadió. Nuestra primera vez. Muchas veces habíamos querido hacerlo, pero mi niña quería esperar al matrimonio. Y como yo nunca podía decirle que no...Esperamos.
La recuerdaba, sálveme Dios de la manera en que la recordaba... Recordaba su cara cuando dijo 'sí quiero', recordaba su mirada mientras daba cada paso mas cerca mio con su precioso vestido blanco. Recordaba lo mucho que lloraba a veces, y lo mucho que confiaba en mi.
Siempre fui muy inseguro, pero con ella lo tenía claro. Yo sabía que ella me quería, a pesar de todo, lo sabía, y me negaba a ponerlo en duda.
Había veces en las que se enfadaba, pero yo sabía que con un lo siento y unas cosquillas se le pasaba todo. Cuando estaba con ella, era como si siempre tuviese diez y seis años, ¿Que digo diez y seis? Diez años como mucho.
Entonces el recuerdo de lo mal que lo pasó cuando se alejó de su madre, cuando ella murió en manos de Pedro...Oh señor.
Mi corazón se encogía mas y mas y la desesperación tocaba la puerta de mi mente. ¿Como podía Raul simplemente estar así? Debía ser una falsa imagen. Cualquiera estaría destrozado. Pero el se mostraba imparcial, ausente.
Eso me desconcertaba.
Entonces recordé las palabras de mi Yara, ella solía decirme que: 'todo el dolor siempre sigue ahí, pero es mucho mas fácil hacer como si no está.'
Me angustiaba pensar así de Raul...
Y Mayka ¿En que demonios debía estar pensando como para volver con aquel malnacido?
Cerré los ojos y respiré varias veces pausadamente. Alterarme así no era bueno para mi salud.
De pronto intenté abrir los ojos. No podía.
Mis pensamientos se fueron desvaneciendo poco a poco y todo se volvió el doble de oscuro. Sentí mi peso muerto reposado en el banco y simplemente ahí se acabó todo ¿había muerto? ¿que estaba pasando? ¿porque me siento así? Miles de dudas llenaron mi mente.
Simplemente, en ese momento, no entendía nada, absolutamente.

viernes, 25 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #6


6 de noviembre de 2083
Barcelona,Cataluña


Amaneció el día siguiente. Después de  sus palabras, no fui capaz de decir nada más. Simplemente me levanté, y me fui a dormir. Me quedé dormido mientras lloraba en silencio.
No escuché a la madre de Raul venir el día anterior, supuse que se debió haber quedado en su casa, con Rubén. O eso, o la había atado a algún radiador o a la cabecera de la cama. Me reí amargamente ante aquel pensamiento. Estupendo, mi humor no se había marchado del todo. Eso era realmente bueno para mi.

Bajé a la cocina siguiendo una rutina. Mas que una rutina, eso era un hábito. No entiendo muy bien porque, pero me fijé en la cocina aquel día. Era rústica, con baldosas color crema por todo el suelo. Cocina a gas y muebles antiguos y clásicos de madera. Y esa ventana, amaba esa ventana, estaba puesta justo donde los rayos de sol podían irrumpir en donde quisieran. Esa era mi casa, eso era lo que yo quería, y lo tenía.

En ese momento me di cuenta de que Raul no había bajado a desayunar, cojí el café que ya estaba en la cafetera, lo tiré y enjuagué el filtro de la cafetera. Luego puse café nuevo y cuando se acabó de hacer me lo serví, serví otro para él en una taza diferente.
Hacía cosa de una hora cuando él bajó, me dio los buenos días, se sentó, y nos bebimos el café en silencio.
Entonces, casi cuando pensé que me estaba ahogando por la falta de sonido, él dijo:
- Lo siento. -¿Que? No entendía nada. Me habría esperado cualquier cosa, menos una disculpa, lo miré atónito.- No debería haberte presionado para que hablemos ayer, no debí obligarte a contarme más...Lo siento.- Agregó él como si me hubiera leído la mente.
-No tienes porque disculparte, chico. Primero: no me obligaste a nada, ni me presionaste, yo lo hice porque quise. Segundo: ya me va bien eso de hablar sobre tu abuela después de todo. Y tercero, último pero no menos importante: sabes que te puedo hablar de ella, cuanto y como tu quieras, no podría negarte nada. Para algo estamos los abuelos, ¿no? Para mimar a canijos como tú.- Sostuve mi opinión con la voz mas cariñosa que pude hallar en mi.
- Supongo...- Dijo él sin convicción.
-Escúchame, Raul: no tienes que disculparte, si quiero que pares de hacerme preguntas, lo diré.
- Vale, vale...- Contestó Raul.
- Anda, lava los platos y acompaña a tu abuelo al sillón o al sofá, que me duele todo el cuerpo y estar allí es muy cómodo.
- Vooooooy. - Respondió él bastante desganado por la idea.

Cuando acabó de lavar los platos y me ayudo a ir hasta el sillón, él se sentó en el sofá.
Un sonido interrumpió en la casa. Mayka, seguro.
Raul se levantó para abrir porque él es mas rápido que yo. Normal. Los años estaban a su favor.
- Mira quien es por la mirilla, Raul. - Dije en modo de advertencia.
Él me hizo caso. Miró, y por su cara, pude deducir que estaba realmente preocupado.
Abrió y dejó entrar a su madre cerrando la puerta tras ella.
Ella traía una sonrisa de oreja a oreja, no sabía si realmente sería buena la noticia que iba a darnos.
Mayka se sentó al lado de Raul y procedió a explicarnos el motivo de su alegría desenfrenada:
- He hablado con Rubén.- 'Oh,genial.' dijo irónicamente mi sentido común.- Me ha pedido perdón y me ha pedido que vuelva con él, también me ha prometido que no volvería ha pasar y me ha dicho que me quiere, me ha comprado un precioso ramo de rosas y pfff... Entiéndeme papá... Por favor.

Simplemente me quedé en shock. Me limité a observarla en silencio, preguntándome, sin éxito de encontrar respuesta, porqué ella había decidido volver.
Decidí levantarme y irme a dar una vuelta. Por donde sea. Solo quería huir.


martes, 15 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #5


Ese mismo día de noviembre.
Barcelona, Cataluña.


Me sorprendí a mi mismo llorando en silencio. Pequeñas gotas de agua salada corrían por mi rostro. Raul me miraba en silencio mientras me abrazaba. Rápidamente me sequé las lagrimas, y continué:
- La alegría me invadió cuando ella dio el ultimo salto y cayó en mis brazos, no pude evitarlo y la besé. Ella solo me miro, y sonrió en mitad del beso. Eso me enterneció hasta tal punto en el que sentí derretirme. Llegamos a mi casa y al día siguiente mi madre fue al colegio para hacer todos los tramites, todo salió bien, todo iba bien...
-Pero...- Siguió Raul, impaciente como siempre.
- Pero no todo fue bien siempre, un día, llamaron a las 3 de la mañana, ya habría pasado un año, era un día cualquiera de un octubre de 2014, entonces, llegó. La mala noticia, a la que estuvimos huyendo tanto como pudimos, llego. Esa llamada...Era la policía. La madre de Yara, había fallecido. Nos dijéron que Pedro, en un ataque de ira, la empujo, ella resbaló y se abrió la cabeza en un radiador. Ellos discutían por Yara. Ella lo había dejado, se supone. Él no tendría que haber estado allí, pero el hizo caso omiso a la orden de alejamiento que ella puso. Tu ... tu abuela casi se me va. Casi se muere cuando se enteró. Incontables fueron las noches en las que me desperté mientras la escuchaba llorar.
- ¿Nunca la viste llorar?- Interrumpió él con una sensatez que me abrumó.
- ¿A que te refieres?- Pregunté desconcertado.
- A que si nunca fuiste a su habitación a consolarla o algo, no se...
- Sí, lo hice, y preferí no haberlo hecho.
- ¿Por que?
- Mira, tu abuela lo pasó mal ¿vale? Ella ...ella solo intentaba evadirse, ella...joder, ella intentaba ser fuerte y yo...yo no hacía nada. Joder Raul, no hice nada, podría haber hecho algo para ayudarla, calmarla, no sé... algo. Pero no, no lo hice. Fui cobarde y me limité a decirle una tras otra vez que no se hiciese daño pero ella no me escuchaba, nunca. Yo la solía admirar en silencio, a ella y a su valentía. Hasta que un día, lo supe. Lo descubrí.- Relataba yo con la tristeza marcada en cada palabra.
- ¿Que ocurrió abuelo? - Interrogó él con voz quebrada, tartamudeando.
- Una noche, me desperté. No había ruido. No se oía nada. Eso fue lo que me pareció al principio. Poco a poco, mientras abría los ojos, empecé a escuchar pequeños alaridos, alaridos ahogados. Pequeños rastros de sollozos. Me levanté de un salto y me dirigí a la habitación de tu abuela. De aquel momento, hace ya 70 años, y juro que habría preferido un balazo a ver lo que vi.
- ¿Que viste? - Interrumpió Raul, tan ansioso como siempre.
- Encontré a tu abuela, tumbada en la cama con una almohada en la cabeza ahogando los gritos de su llanto. Ella se percató enseguida, se sentó al borde de su cama y me miró. Entonces, no se porqué, le miré el brazo. Vi...sus marcas de guerra. Desvié mi mirada y allí estaba...una cuchilla. Mas bien era una hoja de bisturí, de las que se compran en las farmacias. Supe de inmediato que esa pequeña guillotina, había sido el pincel de las marcas en los brazos de mi Yara. Lo entendí todo. Ella siempre con manga larga, siempre que se reían de ella se apretaba los brazos para sentir dolor, y así reír también, o tan solo sonreír haciéndose la indiferente. Dios perdone lo tonto que fui...
- No fue culpa tuya, tu no lo sabías...-Susurró Raul con lagrimas en los ojos.
- Sí, lo fue.
- No. -Volvió a replicar. Desde donde estaba, podía notar como le escocían las lagrimas en los ojos.
- ¡Sí, sí, sí lo fue maldita sea! Si yo...si yo no la hubiese incitado a dejar su casa, o si le hubiese dicho más veces lo mucho que la quería, si hubiese sido mas listo, si de verdad hubiese estado allí eso no habría pasado - Las lagrimas me pudieron, y bailaron por mis mejillas como bailarinas de fuego. Quemando todo rastro de resistencia a su paso.
- Abuelo...yo... -Balbuceaba él, casi debatiendo consigo mismo el decirme o no lo que tenía en mente.- No fue culpa tuya, no podrías haber hecho nada ¿me oyes? Nada. La abuela, tal y como la describes, ella lo hubiese hecho igual, quieras o no, no puedes martirizarte por ello porque, ¿como ibas a saberlo? No puedes culparte. Tal vez si lo hubieses sabido tu también lo hubieras pasado mal, talvez todo hubiese sido incluso mucho peor, pero eso no lo sabes. Deja de pensar en lo que hubiera sido, y piensa en lo que te enseñó, en lo que realmente fue, una lección. - La madurez de sus palabras me pilló desprevenido. No. Realmente no me lo esperaba. Y menos de él. No sabía si sentir orgullo por mi nieto, o vergüenza por mi comportamiento, realmente él tenía razón.

martes, 8 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #4


´5 de noviembre de 2083
Barcelona, Cataluña


El día siguiente llegó como si hubiera tardado un año. Intenté levantarme con cuidado, para que no me doliese nada, fue inútil. El día anterior me había pasado mucho tiempo acurrucado, llorando como un niño.
Baje a la planta de abajo, a eso de las nueve para comer algo. Ella estaba allí, mi pequeña con Raul.
Mi corazón se convirtió en gelatina y mis lágrimas amenazantes rondaban la superficie.
- Hola- Dijo ella por fin, con voz suave tan dulce como siempre, su tono de disculpa me pilló por sorpresa.
- Hola, cariño- Saludé yo con la voz mas cariñosa que encontré en mi ser.- Buenos días Raul, ¿Como has amanecido?- Él se limitó a sonreír y asentir, sin convicción alguna ciertamente. 
Y durante todo el día se mantuvo callado, casi ausente.
Cayó la tarde, tan lentamente como cae una pluma. Mayka se marchó, se fue a hablar con él, dijo. A intentar arreglar las cosas con Rubén, dijo. Mantuve mis ganas de ir detrás de ella cuando abrió la puerta, decirle que no hacía falta, que aquí estaba bien y eso. 'Habría sido inútil, ella ya es mayorcita para cuidar de si misma ' me dije a mi mismo intentando ahogar la voz de mi conciencia que susurraba '¿Porque no la detuviste? ¿Y si la pega otra vez?' yo evadía esas preguntas.
 Raul se quedó conmigo, no se fue a ninguna parte, cosa que me extrañó. Eran las seis y media, ya hacía una hora que su madre se había marchado.
- Oye, ¿podemos seguir hablando? Ya sabes, de lo tuyo con la abuela
- ¿Para que quieres hablar de eso ahora,chico?
- Me ayuda a desconectar, me gusta hablar de ello.
- Esta bien, pero tendrás que recordarme por donde íbamos, lo cierto es que ya no me acuerdo.
- Vuestro primer beso, pero antes de que empieces, he estado buscando, y me pregunto ¿como llegó a tener pulmonía la abuela? ¿Iba desnuda al colegio en pleno invierno o que? - Estallé en risas, él también.
- Que ocurrencias tienes hijo...- Admití mientras mis carcajadas cesaban.- A ese punto tenía que llegar yo ahora, cuando nos separamos después de...bueno...ya me entiendes. Entonces se lo pregunté, ella me contó algo que realmente me impactó, me contó que su madre se había enamorado de un tipo, dos años atrás, aparentemente bueno, si recuerdo bien, ese hombre se llamaba Pedro, Pedro López, este hombre se portó bien los tres primeros veces, hasta que un día de diciembre, el irrumpió en la habitación de mi Yara, la forzó, y Dios lo perdone porque la violó.- Los ojos de Raul se abrieron, no se si por la noticia, o por la lágrima que caía por el contorno de mi cara. Entonces seguí: 
- Ella dijo que no se lo contó a su madre porque tenía miedo de herirla, a ella, él la pegaba. A su madre, quiero decir. Y ella siempre lo justificaba. Esa tarde, ella lloró hasta que no le quedaron lágrimas, y yo con ella. Al día siguiente volvió a su casa, de mala gana, esta claro.
- Pero, ¿y tu no hiciste nada?
- ¿Que querías que hiciese?
- No se, si la querías, podrías haber hecho algo.
- Chico, eres muy inocente, no sabes cuando te mienten. Claro que hice algo.
- ¿Que hiciste?
- Me la traje a vivir conmigo
- Espera, espera, espera, espera. ¡¿ Que hiciste, qué?!
- Si, solo durmió una noche más en aquella casa, en el colegio la fui a buscar y le dije que aquella noche, hiciese las maletas, yo vivía bien, no era rico, pero le conté a mi madre su historia y dijo que se podía quedar, pero que tenía que comportarse bien y aprenderse las reglas de casa. Ella puso algo de ropa en una mochila, y le comentó a su madre donde se iba, el porque, y ella aceptó a regañadientes. Subí como pude hasta su ventana, tampoco fue difícil pues estaba en un segundo piso, y tenia una gran enredadera, la cual me llevé marcada en las manos después. Ella bajo también por las enredadera, pero con guantes. Sí chaval, tu abuela era bastante mas lista que yo. Tuvo que bajar por allí, porque de otro modo tendría que vérselas con el novio de su madre, y  era lo que menos le apetecía, lo que menos nos apetecía.

viernes, 4 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #3




4 de noviembre de 2083
El Raval, Barcelona

Ya hacía un mes, un mes y tres días. Un mes y tres días hacía desde que mi nieto me dijo que vendría. Esperé y esperé y nadie aparecía. Casi no salí por temor a que viniera mientras yo estaba ausente. Entonces me di cuenta de que tristemente mi nieto era mucho mas que una simple compañía. Era mi única compañía. Decidí cambiar de sitio para pensar y me adentre por los recovecos del Raval, seguía igual que siempre. La vida me ha enseñado que un viejo como yo no tiene que ir por esos sitios con nada valioso encima, te lo podían quitar.
Paseé por espacio de casi dos horas, estaba cansado, muy cansado. Caminé otros trece minutos hasta llegar a casa, me faltaba el aire cada vez mas y no sabía por que. No le di importancia, llegué a mi hogar y me acerqué hacia el sillón, dejándome caer en el sin fuerza alguna. Mis ojos se cerraron lentamente y en un abrir y cerrar de ojos había pasado dos días.

6 de noviembre de 2083
Barcelona, Cataluña

Me desperté sobresaltado, asustado a su vez. Corrí al quiosco mas cercano y compré cualquier periódico, dos días mas. Volví lo mas rápido que pude a mi casa y mire las llamadas perdidas en el teléfono, no se que dolió más; que no hubiera ninguna, o ese dolor de cabeza que sentía.

Ese mismo día, unas horas mas tarde, yo estaba mirando el fuego de la chimenea, inmerso en los recuerdos de mi princesa Yara mientras lágrimas salían de mis ojos poco a poco, escuché la puerta, alguien aporreando el timbre con el dedo, golpeando la puerta, eran las seis, estaba llubiéndo fuera, hacía frío y yo...yo ya no esperaba a nadie.
Me apresuré a abrir la puerta y vi una imagen que partió mi alma, mi Mayka...mi niña y su hijo, mi nieto, Raul.
Quise maldecir al cielo por como estaban, ella lloraba y él tenía una mirada perdida, casi indescriptible, simplemente indescifrable. Ella estaba llena de moratones, se podía deducir que le habían dado una golpiza de las grandes, espantado observe una pequeña gota de sangre que nacía de su cabeza deslizándose por el contorno de su rostro. Se podía palpar el dolor en el ambiente, los invité a pasar, les di ropa limpia y, cuando ya estuvimos todos atendidos, ella ya se había limpiado las heridas y puesto vendas. y sentados al rededor del fuego, mi pequeña rompió el silencio, a su vez rompió en llanto.
- Lo siento papá, juro por Dios que lo siento. - Dijo mientras la estrechaba entre mis brazos, yo solo la observaba, en mi mente esbocé una sonrisa al pensar que estaba exactamente como cuando era pequeña y tenía problemas, no había cambiado. Cuando su llanto cesó, la mire a los ojos y pregunte suavemente:
- ¿Que ha pasado, pequeña?
- Ha sido Rubén papa, él ...-Intentó decir con voz rota.
- ¿Él te ha hecho eso? -Dije mientras pasaba la yema de mi dedo indice por el gran moretón que ella tenía situado en el ojo izquierdo, y otro pequeño en la mejilla.
- Sí...Esto...Em...
-¿Cuanto tiempo? - Interrogué yo con voz seca, casi sonaba molesta, pero la angustia no dejaba que diese esa impresión.
- ¿Que?- formuló ella ,confundida.
-¿Que cuantas veces te ha hecho esto?
-Muchas...pero- izo una pausa para respirar sonoramente- yo me lo merecía, papá, el no tiene la culpa, es solo que, hoy se le ha ido de las manos. Eso es todo, no pas...
- ¡Basta! -Interrumpí yo- Mayka Martín Casanovas, escúchame bien porque no te lo volveré a repetir. Nadie,repito, nadie, se merece lo que ese tipo te hace a ti.
-Pero papá...
-Pero nada ¿me oyes? Júrame que no volverás con el pequeña, júramelo por favor.
- Papá, yo lo amo y el a mi.
-No, cariño. Lo tuyo es una dependencia, no es amor, para el eres una posesión no un ser de compañía o una pareja, eres como un trofeo o un objeto más, entiéndelo joder.
-Ha sido una mala idea venir aquí, mañana nos irémos, gracias por todo papá, pero tu no lo entiendes- replicó ella mientras se levantaba para irse a la habitación que les había preparado.
-¡Maldita sea! ¡Eres tu quien no lo entiende niña! ¡El no te quiere joder, no te quiere! -Grité yo mientras ella cerraba la puerta de un portazo.

Simplemente no lo soporté más, y me acurruqué mientras mis lagrimas caían en un silencio que gritaba fuerte, muy fuerte. Raul seguía allí, me miraba sin decir nada. Admiré su valentía en mis adentros, como se podía haber callado todo esto, sin mostrar ningún signo de debilidad ante la situación. Manteniendo la compostura.
Reí en mi mente, pensando que era igual que su madre, y ella era igual que mi Yara.

jueves, 3 de octubre de 2013

Las Grietas De La Felicidad #2



1 de octubre de 2083
Barcelona, Cataluña

Ese día hizo frío, había algo en mi que me decía que algo va mal. Hacía unos días que no veía a Raul, me dijo que vendría, espero que así sea. Tenía esa sensación de que solo yo sentía frío, era viejo y ese era uno de esos días en los que me sentía débil.
De pronto un ruido irrumpió en la casa y salí de mis pensamientos. El timbre. Será Raul, fui a abrir y allí estaba. Mi hermoso nieto, otra de las valiosas muestras de lo bien que crié a mi hija, siempre me sentí más que orgulloso de él, pero nunca se lo decía, por miedo a que se fuese o a que dejase de ser quien era.
-Hola yayo- Dijo el con voz de disculpa
-Hola Raul, te he echado en falta estos días- Proclamé con la voz mas suave que pude articular.
-De veras que siento no haber venido, es solo que...pfff...tengo muchos exámenes y...
- ¡Basta! No hace falta que te disculpes, cada persona tiene su vida y tu tienes derecho de disfrutar la tuya al margen de mi, a demás, los estudios lo primero ¿si?
-¿ En serio no te molesta? - Preguntó él con voz esperanzada y dulce.
- Por supuesto que no, chaval, ahora siéntate, que tenemos poco tiempo y cuanto antes te acabe de contar todo antes me dirás el motivo de tu curiosidad.
-Está bien abuelo, si no recuerdo mal me estabas diciendo que no hablabais nunca, entonces ¿como llegó a ser mi abuela?
- Tiempo al tiempo chiquillo, tiempo al tiempo, ve y trae la merienda y luego hablamos.-Dije mientras él salía de la sala de estar para traer la merienda de la cocina, cuando volvió, nos sentamos en el sofá negro de cuero viejo delante de la chimenea.
- Esta bien Sr. Joan, ya puedes ir desembuchando.- Yo reí y me decidí a empezar .
- Tú abuela siempre fue una mujer que se hacía la difícil, la dura por así decirlo. Mi niña Yara lo pasó muy mal en su vida, en su juventud, no fue fácil la existencia para ella ¿sabes? Ella era muy valiente. Acabamos primero de la E.S.O con miradas momentáneas y rápidas que ahogaban miles de 'te quiero' pero ni uno solo dicho. Empezamos segundo el 13 de septiembre de 2013 y los meses pasaban y pasaban, el frío llegó cargado de una epidemia de resfriados. Ella, en vez de un resfriado, pilló una pulmonía. Y mira que es dificil cojer algo tan grave, eh. Me preocupé como nunca antes lo había hecho por nadie, la ingresaron en el hospital de San Pau 2 de Maig, en Vall d'Hebrón, pese a que me costo llorar sangre, convencí a mi madre para que me dejara ir a verla, si no recuerdo mal aquel día era un martes. Llegué y subí a la planta donde estaba ingresada ella, subí como si mi vida fuese en ello y allí la vi, estaba estirada en una cama, no estaba conectada a nada pero lo cierto es que nunca la había visto mas pálida que entonces. -Hice una pausa para reprimir el escozor de lágrimas y cojer aire- Me quedé en la puerta, observando como ella miraba con tristeza el techo, con esa mirada indescifrable que me mataba. De repente se giró y me miró, me quedé realmente sin aliento cuando me sonrió, me sonrió joder. Fue como si me hubiera tocado la lotería. Quise en ese instante declararme, darle un anillo y vivir con ella en un castillo, ella era mi princesa, ahora lo tenía claro, era ella, la mujer de mi vida. Me acerqué como un cervatillo se acerca al cazador y me sorprendí a mi mismo sonriendo, sonriendo como un completo incompetente sin cerebro. Quería besarla, solo Dios sabe cuanto quería besarla. Me senté en el borde de su cama sin poder articular palabra y ella tomó mi mano, sentí un escalofrío y después un cosquilleo que iba desde el centro de mi estomago hasta la punta de mis pestañas. Entonces ella, mientras me sonreía comenzó a soltar lágrimas. Entonces todo cambió y mi preocupación volvió a tocar la puerta, el cosquilleo se convirtió en una taladrante agonía que martilleaba en mi angustia de solo verla así. Fue en ese momento, sin saber de donde saqué el valor, me acerqué a ella y la abracé, ella se apretó contra mi cuerpo y sentí su dolor en lo profundo de mi ahogada alma. Me separé y le relaté todo, absolutamente todo lo que sentí por ella desde el primer segundo en que la vi. Ella solo me miraba atónita, como si mis palabras fuesen locuras. Entonces ella me miró, sonrió, y solo dijo 'Oh, Joan, yo siempre te he querido.' justo entonces, le robé el primer beso. Sus labios, cálidos y rosados, tan inocentes como su apariencia, se abrieron y nos adentramos en un profundo beso, el mejor beso de mi vida. Nunca jamás había besado a alguien. Pero supe que esos eran los únicos labios que necesitaba... Raul, lo vas pillando? -Dije observando su cara de bobo enamorado, la viva imagen de mi cara en otros tiempos ciertamente
- Sí, sí... Es solo que... Nunca pensé que llegarías a ser tan cursi abuelo- Espetó el mientras estallaba en carcajadas sonoras y marcadas. No pude contener mi risa tampoco.
- Óyeme bien chaval, que tu abuelo no es ningún pamplinas que se va con cursilerías ni cosas de esas. Tu historia de tu abuela y la mía es una historia única y debe ser contada bien.-Repliqué yo intentado parecer serio, se ve que funcionó porque su cara cambió drástica mente y dio paso a un rostro de culpa.
- De acuerdo, no pretendía...esto...em... -Balbuceó él, lo cierto es que lo suyo no eran las disculpas.
- ¡Es broma Raul! La verdad es que sí, siempre se me dio bien la cursilería cuando se trata de hablar de mi Yara.
- Abuelo, eso no vale. Me has asustado. A veces, das miedo, ¿Sabes?
- ¿En serio?
- Sí
- Oh, lo siento Raul, yo tampoco pretendía asustarte
- No pasa nada, ya son las ocho y media, debería marcharme, mañana tengo dos exámenes.
- Esta bien pequeño, vete, te espero pronto
- Dentro de dos días, abuelo. Dentro de dos días sin falta estaré aquí.
 - Entonces, hasta dentro de dos días Raul.